Editorial

La resiliencia de la economía norteamericana

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La economía de Estados Unidos lleva bastante tiempo sorprendiendo a los mercados. Aunque 2023 se inició con temores de recesión producto de las mayores tasas de interés -que generaron problemas serios en la industria bancaria-, finalmente el país habría crecido un 2,5%, con un alza bursátil de casi 14%. Esto no sólo llama la atención en un contexto de endurecimiento monetario (la tasa de interés de política ha subido 5,25 puntos desde inicios de 2022), sino también en un entorno político y geopolítico negativo.

En noviembre se realizarán elecciones presidenciales y ninguno de los dos candidatos -por diferentes razones- inspira tranquilidad a nivel mundial, como tampoco frente al mayor desafío de EEUU: su situación fiscal, con niveles de déficit en torno a 7% del PIB, y deuda pública neta de más de 100% del PIB, que parecen insostenibles, pero cuya moderación no ha sido hasta ahora abordada por los candidatos.

Hasta qué punto es posible desvincular la economía de la política es una pregunta abierta y un factor de incertidumbre.

Esta situación hace muy difícil que las tasas de interés retomen los reducidos niveles de la década pasada, lo que no descarta futuras correcciones a la baja en los precios de los activos. Adicionalmente, una eventual victoria de Donald Trump, con sus propuestas de nuevas alzas arancelarias, sería especialmente negativa para países como Chile, y también para el dinamismo mundial.

¿Cómo se explica una economía que crece más de lo esperado, desligada del entorno político interno y externo? A EEUU lo ayuda su gran flexibilidad laboral frente a los necesarios procesos de ajuste que ha enfrentado el mundo en estos años. A este elemento, algunos analistas suman el enorme potencial de aumento de productividad que podría lograr la inteligencia artificial (IA) generativa. Un reciente estudio de McKinsey Global Institute muestra no sólo ese potencial, sino también que Norteamérica es la región más avanzada del mundo en la utilización de IA, seguida por Asia. De hecho, la flexibilidad del mercado laboral estaría evitando la temida sustitución de trabajo humano por tecnología, y promoviendo que ésta sea usada para producir más y mejor.

Con todo, hasta qué punto es posible desvincular la economía de la política es una pregunta abierta e, inevitablemente, un factor de incertidumbre.

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